Thursday, December 31, 2009

Organtia, The Benevolent Daughter

Deseo que en los futuros sigas siendo la misma de antes.
No cambies hasta que se te abulte el estomago
y las pequeñas gargantas canten.
Y si decides transformarte
antes de que tu sexo comience a marchitar, mátame.
Destruyeme y continúa siendo la misma
que las viejas mañas nunca mueren delante de cadáveres gigantescos.

Monday, December 14, 2009

Para montañas, una vez


Una vez me contaron una historia de una ciudad de arena, que cada 29 días se derrumbaba sobre sí misma. Entonces un hombre diminuto se aparecía montando un caballo demasiado delgado, miraba serio las ruinas y procedía a reconstruir de ellas la ciudad, todo esto en aproximadamente tres ocasos. Al final, el hombrecillo sonreía satisfecho de su trabajo, al ver las majestuosas y frágiles estructuras erguidas nuevamente ante los soles que la iluminaban. Se marchaba feliz, a sabiendas de que el próximo mes regresaría a aquel lugar a enfrentarse con la furia del cielo y ardor del camino.

Creí el cuento estúpido. Aun creo que lo es. Pero ahora me encuentro a las puertas de una playa que solía ser una mina de rascacielos y palacios e intento reconstruirla, pero sospecho que si nadie lo ha hecho, es porque consigue ser una meta inalcanzable. Y me siento estúpido, más que nunca.

La idiotez de todo esto sobrepasa la razón, pero pensé compartir con los demás un cuento. Y cual mejor que el de la ciudad de arena por la que un arcángel y la mitad de un pintor muere.

Friday, December 11, 2009

Querido Ahab, querida Martha

"if iu don get shat, it's not fanni to tell de stori"

En la noche del jueves las caricaturas se tornaron realidad.‭ ‬Pero no las buenas,‭ ‬Sam Bigotes‭ (‬buena traducción‭) ‬y‭ ‬Bugs‭ ‬Bunny y los judíos calvos,‭ ‬si no la del armamento del pueblo.‭

Todos‭ ‬a esta altura del tiempo conocen a Martha,‭ ‬LA Martha,‭ ‬concursante del‭ ‬reality del pueblo que no es del pueblo,‭ ‬salvadora del planeta y asesina de ballenas blancas.‭ ‬Esas son cosas que afortunadamente me tienen sin cuidado,‭ ‬porque a pesar de todo aún soy joven y mi atención está dedicada a otras cosas que aunque más importantes,‭ ‬son igual de patéticas.‭

Decidí en mi sabiduría obesa que esa noche de un jueves sin mucha luna,‭ ‬tenía que dormirme temprano.‭ ‬Así que le dediqué a mis últimas dos horas de vida a un libro de Pratchett,‭ ‬ese viejo tan gracioso,‭ ‬que me prestó muy amablemente una persona que dice estar cultivando una relación neutra conmigo.‭ ‬Quisiera entender,‭ ‬y comprendo un poco.

Mis vecinos se han reunido en su antigua casa,‭ ‬y como babuinos o algún mono‭ ‬el cuál no recuerdo el nombre,‭ ‬patean el suelo en espera de un veredicto final sobre la gran Martha,‭ ‬en frente de una plasma de muchas pulgadas.‭ ‬Esta situación no es para nada nueva.‭ ‬Mi vecino,‭ ‬al ser bachatero,‭ ‬me ha robado demasiadas noches y yo le he dado demasiadas gracias:‭ ‬pero ahora se interpone entre mi lectura y la‭ ‬comodidad de mis almohadas nuevas,‭ ‬y no puedo concentrarme completamente en las peripecias de Rincewind y Twoflower.

En medio de maldiciones y QUE FALTA DE REPETO POL DIÓ,‭ ‬de repente,‭ ‬cómo cuando esperas algo que no viene,‭ ‬las personas estallaron.‭ ‬Gritos de alegría:‭ ‬woooo,‭ ‬waaaa,‭ ‬ganamos,‭ ‬ganamos,‭ ‬salten y‭ ‬rómpanse el galillo,‭ ‬wooo,‭ ‬Moby Dick está muerto.‭ ‬De repente recordé que ese jueves era el final del Reality Que No Debe Ser Nombrado,‭ ‬y que la jodía bulla significaba probablemente la victoria de la concursante Dominicana,‭ ‬tan fea y tan poco graciosa pero que se robó la bandera para ondearla en otro sitio y ese circo es el que le llama la atención a la plebe.

No me tomen a mal,‭ ‬a mí no me interesa en lo más‭ ‬mínimo lo que las personas celebren.‭ ‬Yo ni‭ ‬siquiera creo en los cumpleaños,‭ ‬y me pesa de sobremanera felicitar a las personas que cada día que pasa son más viejas y más iguales.‭ ‬Pero en el momento en que aquel zumbido entro por mi ventana y como un catarro caliente me pasó por delante de la cara,‭ ‬supe que debía hacer las paces con mi mente y escribir al respecto.‭

Balas al aire:‭ ‬estás en Villa Mella,‭ ‬querida.‭ ‬Debería considerarlo como slogan para mi autobiografía,‭ ‬si es que un día una‭ ‬ráfaga de plomo que me encuentra me deja paralitico y sólo puedo escribir soplando un calimete y dar entrevistas que me olvidaran en un mes con la voz de un‭ ‬Predator.‭ ‬Así que,‭ ‬querida Martha,‭ ‬hazme un gran favor.‭ ‬Si es que pasas un día por este rincón del internet y decides parar en mi blog‭ (‬primero tienes que encender el computador,‭ ‬aunque ya no te vas a poder reflejar en la pantalla y‭ ‬sé que eso te molestaría‭) ‬ten la prudencia de dejarme un comentario respondiendo a mi petición:‭ ‬por favor‭ ‬regálame una caja de cerveza.‭ ‬Yo no soy muy asiduo a la cebada y las ganas de mear que‭ ‬da,‭ ‬pero aunque sea reponme la mala experiencia con eso.‭ ‬El susto que pasé me ha quitado los otros sustos,‭ ‬y yo estaba demasiado feliz pensando en la decepción que me traen dos o quizás tres mujeres que en realidad son solo una.

A tu contesta te dejaré mi número‭ ‬telefónico,‭ ‬para poderme comunicar contigo y saber‭ ‬cómo me‭ ‬harás llegar el tan preciado alcohol.‭ ‬Pero claro,‭ ‬yo no tengo problemas,‭ ‬también podemos‭ ‬bebérnoslo juntos:‭ ‬así me hablaras de‭ ‬cómo pudiste encantar más de un millón de personas con mala música,‭ ‬y de si Moby Dick en realidad era una ballena blanca o solo un sueño demente del Twilight Zone del bananerismo.‭ ‬Besos querida, besos.

Thursday, December 10, 2009

Hadas de pueblo

“La sociedad no me necesita, y yo no ansío nada de ella. Aún así, quiero quedarme aquí entre los hombres, en el veneno colectivo. Esto es romance, no podría explicarlo de otra forma”
Charles Markansvansky

Cuando era niño tenía una tía que solía poner las manzanas en un caldero lleno de sangre, encendía el fuego y bailaba alrededor de este toda la tarde. No era un té, lo sabía, ya que sus miradas severas cuando me encontraba en las cercanías de aquel ritual incomprensible me mantenían al tanto de la distancia que debía procurar. Luego, al sacar los frutos relucientes de aquel caldo hediondo, se los ofrecía a doncellas del camino, supuestamente por encargo, decía mi madre. Un viernes vi a una bella mujer caer: jamás había presenciado una caída tan elegante y grotesca. El sábado, cazadores lloraban.

Durante los veranos visitábamos a mi abuelo, que vivía feliz debajo de un puentecillo en el bosque Milamares, el cual está cuidadosamente posicionado a 3.32 millas del bosque Milodiares. Cada vez que íbamos, mi madre me rogaba que llevara a un amigo para que mi abuelo le diera las bendiciones, mientras seguía y seguía hablándome de la mística que solo los hombres mayores poseen. El caso curioso es que mis amigos quedaban tan felices con mi abuelo, que jamás se iban de aquel agujero debajo del puente del bosque Milamares, cuidadosamente posicionado a 3.32 millas de la arboleda Milodiares. Al regresar al pueblo, los otros niños me evitaban, cortándome los ojos con pequeñas miradas imposibles. No sabría decirles porque, pero no hace falta decir que no tuve muchos amigos en aquel entonces. Solo muchos años después, cuando aprendí a leer mapas de la forma correcta, me di cuenta de haber estado confundiendo los lugares y que mi abuelo no vivía donde siempre había creído.

Ya en la flor de mi juventud, en el júbilo de la pubertad, comenzamos a vivir en un pueblo de granjeros amigables. Allí teníamos de vecino a un hombre muy peculiar, con un temperamento corto y tintineante. Solía usar sombreros extraños y un peinado demasiado femenino que rayaba en lo ridículo. Yo y mis hermanos nos pasábamos los días molestándolo, arrojándole tomates y vociferándole palabrotas en idiomas que no comprendía. “Es nuestra obligación”, decía mi madre en toda esa sabiduría incuestionable que solo las madres con sus hijos tienen (cosa que tiempo después, descubrí no es tan cierta). Una mañana de Diciembre dos hombres muy elegantes pasaron por el pueblo, a entregarle un premio al señor. Al día siguiente abordó un tren, posiblemente hacia un parque de diversiones, o a un fabuloso picnic colectivo.

Mi mamá lloraba, y yo sin entender porque tanta tristeza hacia lo que evidentemente era un regalo magnifico. Huir del pueblo y las vacas, vistiendo sombreros extraños y peinados extravagantes: tal era mi deseo de escapar de la gente. Aún pienso en él, en que mis metas no han cambiado en todos estos años: perseguir el tren que solamente lleva a un lugar mejor que este.

Saturday, December 5, 2009

Seré primera, dijo la boca

"La vida, en su estupidez ensimismada, es demasiado buena (…)"
Charles Markansvansky

He tenido centenares de besos: de despedida, de columnas, de alfarero trabajado en etcétera y etcétera… pero para mí los únicos que importan son los primeros. Ya saben, los que encabezan la fila uniforme de las vivencias humanas, del inquebrantable pacto social con la nostalgia.

Me recuerdo de mí primer beso. Fue con una chamaca que medía como dos pies más que yo, lo cual a mi adorable edad de azúcar refinada y catorce otoños han de haber sido más; sin contar que si le sumamos la aplastante belleza de la muchachita en cuestión, la mente y su carrusel la puede convertir fácilmente en un Atlas de sexualidad magnética. Fue en un juego de reto o verdad, y como todos sabemos que lo de la verdad nunca funciona, el reto me concedió la lucha de labios. Quizás sea por la invariable teoría de que los mamíferos se ven forzados a mentir en honor al futuro, pero jamás en mi vida he jugado un juego de reto o verdad y visto a alguien elegir esta última; la evitan asustados, como una mancha violeta. También se da el caso común de que cada vez que te pasa una verdad relevante o tan siquiera remotamente interesante, algún presente siempre está involucrado en esta, la mayoría de veces de una forma vergonzosa.

Si he de investigar más allá en la larga lista de primero besos, he también de subcatalogarlos en varias categorías; por ejemplo, está el primer beso desnudo. No tengo inconvenientes al decir que aunque no fue con un ser vivo, guardo la memoria con mucho cariño. Entre las sabanas verdes y los posters de algunas caricaturas que no recuerdo, le hice el amor a mi almohada, o al menos el concepto del amor que haya tenido en aquel entonces, tan frívolo y sin importancia, poco recatado y tan tan ignorante. Podría cortar la historia diciendo que me masturbe abrazando la colcha en donde suelo descansar mi nuca, pero sería poco refinado, y estoy en camino a una vida mejor.

También recuerdo mi primer beso importante. De hecho, el único que me importa entre la importancia de los primeros: excitado, rodeado de arboles, de la respiración de la noche. En ese entonces, al destrozarse mis labios con los del enemigo, al escuchar el crujir y rechinar de aquel acto de pasión tan descarado, poco educado e inocentemente amateur, descubrí que mi destino (heh) sería revivir el romanticismo. Pero esa será otra historia para otra ocasión, ya que dentro de aquella fila de vivencias que les contaba al principio, esta obra es la penúltima de una vida corta y mal dormida.

No estoy seguro de que mis compañeras (y otros varios artículos de cama) sintieran de la misma forma, con esa misma falta de intensidad, mis primeros pequeños asesinatos. Y es que la anticipación, como las llamas regaladas de Nerón, destruye la pasión y las utopías de la expectativa. Por eso, cuando alguien que sea lo suficientemente amable le toque un beso primerizo conmigo, quiero que me lo confiese. No importa en qué categoría se encuentre: mi deseo de saber que he sido el primero en algo y un ser memorable en el sentido poco práctico, son el mejor regalo que pueden ofrecerme a cambio de mi violencia sexual.

En la espera nada más me queda mirar al futuro y preguntarme: quien sellará la última transmisión de este caminar espasmódico que llamamos vida? Solo espero que no sea la descomposición, el corazón de las moscas y la pena falsa. Que se jodan los velorios y los últimos: quiero que me quemen entre honores y el fascismo del beso. Que cuando las jevas me recuerden, se mojen los labios.

Wednesday, December 2, 2009

No en las axilas


¿Por qué las personas eligen el pecho? En los tobillos y las pantorrillas las heridas son más dolorosas, su examen no requiere de espejos u otras personas involucradas. Pero, ¡ah! Allí habita el corazón y los escombros de la jungla, el cementerio conceptual de las peripecias sentimentales; parado tanto en los umbrales invisibles como en las puertas del sexo, fumando, fumando y danzando.

No en las axilas, no en la frente: si no en el corazón. Allí sienten los iguales.

Tuesday, December 1, 2009

Lamento de los últimos días

Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mis manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente.

El deber del decimo es el susurro del rey de los sueños, su galopeo no se agita en mi arena. Cabalga a su hermano a la orilla del rio, en busca del año completo, del prometido derecho al universo.

Diferente a mí, diferente al tiempo. Arde triste en mís manos el reloj que he estado cargando, que grita el principio y salta el presente. No se detiene y me llama padre en una lengua vacía. Seguiré aquí, con el pilar del hombre entre polvo y la ilusión de diez viejos amigos que gritan y gritan por más libertad.

Diciembre

“Todos los años la vida termina, y el acoso del doceavo ríe a través del tamborileo de su prole, contento de su trabajo. Ningún igual será salvo de su ambición.”
El último Crisol

Llegó el señor de los sueños. Treinta un días de agonía, de arena y puntos claros en alas negras. Cierra tu cabeza y escucha la distorsión de las olas, el galopeo del futuro rector del universo.

Desde los pastizales de los Seis Hermanos, arrojado a la realidad mucho antes del sueño de Markansvansky; el Conde redobla las herraduras de su hermano sobre la tierra hecha polvo, esperando el ineludible final de su tiempo otorgado, que el mago del Tiempo, más por placer que por orden, restringió al exilio.

Atención camaradas, el rey de los sueños está entre nosotros: como un relámpago sobre el cielo del zoológico que sacude a las bestias en sus fauces de metal. Solo nos queda esperar con armas en mano e ignorar el berrido de su viola, que solo intenta convencernos de darle dos días más.

Nos arrepentiríamos, eso hasta yo lo sé; un simple escriba dedicado a una mitología fallida.