Sunday, December 23, 2012

Reiterando





Vuelve y repite que la copa es una vagina que rechaza prudentemente, ya que ciertos dogmas lo han expuesto al mundo como abstemio, y así deberá de ser visto ante todos por siempre; como trágico anacoreta de la mano, polvoriento amigo de la crucificción.

Sunday, December 2, 2012

Santo Domingo, un capítulo



¡Alabastro, Alabastro! Tu piel despide el hedor marchito del verdor, de la calle, de tu metrópolis concienzuda. El corazón que aprisionas con celo dentro de tu jaula sonriente es una cornucopia marchita que suda el tártaro pesado del día, mientras el poder del astro se inyecta en corriente maratónica dentro de tu tuétano.

¡Alabastro! ¡Oh resplandeciente viuda marrón! Colúmpianos en tu seno, en tus columnas públicas, jardines prensiles del abandono, menudos conucos de ñáñaras, ¡Alabastro! que nos has dejado tus bombas y tristes cremalleras de colores. No sabe la gente que eres la vuelta del caucho, la cornada del toro; una pequeña invasión patética, la lengua absurda que lame el calcio de nuestros huesos petrificados.

¡Ay, Alabastro¡, te escribimos una carta; nosotros, tus más fieles clientes: una recomendación para que abandonemos los negocios y abracemos la fe de otros plumajes de humo, de la política que hablamos, ¿recuerdas ya? Aquél sobre beige que adornamos con súplicas y que viste depositado en las espesuras de tu boca de fuego, ¿recuerdas, coño? ¡Alabastro, monstruo de escarcha, trinchera del paraíso! ¿Te has olvidado de nosotros, los sobrepuestos, los infinitos, los hambrientos? Nos atoraste las gargantas con la ceniza de tus pistilos malolientes, del músculo botánico de tu sexo reprimido: desde aquí, a través de los postes de luz que germinan grises y furibundos, puedo escuchar atentamente el bramar de tu carne flácida, de los senos eventuales, de los jamases prometidos.

¡Alabastro! ¡Sueño de Nerón! Te caminaste de mano con Cícero y Thomas More y nos escribiste la historia frívola del comienzo humano: engañados fuimos por tus modismos vivaces y el amargo rudimento de tu ceños fruncidos, ¡Alabastro, Alabastro! Retorna a nosotros como una estatua húmeda, tal cual el cuello mecido de la paloma rota, tu sangre vítrea vertida sobre el pueblo como sacrificio último de tu fiel vallasaje.

Demuéstranos tu prometida rectitud, para poder abonar la tentacular alegría de tus raíces roídas, para poder ayudarnos, Alabastro; para poder amarnos conscientemente Alabastro; como lo indica el cemento escrito de tus conjunciones y el andar calmo e insular de tu cuerpo caribeño. Véncete, para poder besarte hacia la vida, amor de ciudad; defiéndete con todo, pno aceptamos ya la torrida opresión de tu esquelético romance.