A Román y Carlos
camino a Jarabacoa
somos partícipes
del patético espectáculo
del sol ñemo.
Sus pequeñas manos
cuya rapidez calcula distancia
esos indivisibles dedos violetas
no alcanzan a calentar
Hace mucho frío
y de nuestro lado izquierdo
hay un gran barranco
iluminado por el sol ñemo:
muchas matas debajo
mucha muerte
de aquella fría y naranja
con cajas de cartón
y defensa civil
envuelta
Aguardamos la llegada
al pueblo
hablando de planes futuros
probablemente para olvidar
la posibilidad del fin
en la cola del ojo
Al llegar al pueblo
quise decir algo
pero Román se adelanta
recitandonos
dos versos bizcos
que bien podrían
pertenecer al final
de un terrible cuento:
“Y el sol
nunca calentó”
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