Wednesday, July 29, 2009

Progenitus

Los escucho rasgar mis ventanas durante las noches con un tic tac insoportable, como un absurdo insecto, intentando saltar a través de la luz inalcanzable. Yo sé que provoca realmente esa clave Morse insumisa. Son ellos, los tuertos invisibles, que en calidad de auténticos miserables, dimiten como guardianes de la tierra, para volver a ser nuevamente simples ciclopes e hidras, verdaderos dueños del suelo que comprimen al arrastrarse.

Pero que hacen en mi ventana? Ya me he olvidado de los apagones, no podre jamás ser su salvador. La insana brillantez que los atrae ya no es producto de mi existencia. Tengo demasiados ojos.

Teorema del perdedor

“Déjalos, que ganen” Dijo Tom, tirado a un lado de la portería. “Déjalos llorar de alegría, que beban esas cervezas amargas en compañía de sus esposas”.
El asombro de Charlie al escuchar las palabras del arquero y capitán de equipo rebotaba en sus mejillas, como las pelotas que hace algunos minutos se encontraban deslizándose furiosas sobre el pasto y los corazones de los fanáticos, ahora no más que un montón de vasos desechables decepcionados sobre las gradas.

“Déjalos, déjalos…” las lagrimas de Tom volaron en caída libre sobre la rubia vegetación de su barba. Y Charlie, mojado y adamante, comprendió.

Thursday, July 16, 2009

La vida irreal: Voyeur

Me acuerdo haberlos visto en un parque. Tomados de la mano y demasiado dulces, como en los dramas japoneses. Creo que lo que más me impacto fue como Ella se veía diferente encolada a Él, y la fragrante perfección que exhalaba la camisa a rayas de su acompañante. Tan cuadrado y elegante, pensé, jamás me podría comparar con tan fabulosa simetría.

Se sentaron en una banca, y yo, invisible para ellos y el romance, los observaba con las pupilas en las manos. Qué demonios estaban tramando? No me quedaba dignidad para buscar respuestas, mucho menos para pensar en retirarme; hoy sería un apabullante espectador hasta el final, mi incolora vergüenza desaparecería solo cuando los arboles, desprotegidos y sobrios, dejen de soplar.

Y de repente, luego de un pestañeo involuntario, sus bocas chocaron. Detuvieron todo el tiempo, menos el mío. Han de haber sido las dos rayas blancas en mi nariz (y luego me pregunto qué hice mal), pero era inmune a el êgregius aura actum, a pesar de saber que cuando me llegara el bajón, estaría deseando ahogarme de nuevo en el mar que odio, como en nuestras únicas vacaciones.

La mano de Él, controlada cuidadosamente como si sus dedos fueran pequeñas y arrugadas ojivas nucleares, perseguía algo debajo de las cobijas de su blusa, como tentando un interruptor. Los colores de Ella se tornaban mas vividos; un rojo horrible, tan desahuciado y descarado, uno que jamás le había visto usar. Y con todas las erecciones que le había inyectado (perdonen la decencia), jamás había disfrutado de tal despliegue espectral, un color tan palpable.

Y allí fue cuando comencé a desearlos. A los dos, pero más a El que a Ella. Quizás para nadar en el lienzo secreto, descubrir los antiguos secretos de la seducción selectiva.
Y mas y mas preguntas, salidas de la lengua y saliva, anidaban en las paredes de mi cráneo vacio. Aunque solo una, de alas azules y negras, se sentó en el montón de pajas neuronal que algún día llame mi genio relampagueante.

QUE TIENE EL QUE NO TENGA YO?

Buenas apariencias, un trabajo que le gusta, o quizás un atómico sentido estético (esa camisa es horriblemente elegante). Pero si es tan superior a mí, por que no se encontraron primero? Se habrán acaso escupido antes, vivieron juntos, pelearon por el control del remoto? En otra vida lucharon en contra de los impertinente erizos, se ignoraron cuando por falta de rencor no querían culparse por lo amargo de la lechuga en sus platos? “Que no la sabes cocinar bien, el aderezo es una mierda”. Yo lo viví, y mate el tiempo/momento inconscientemente. Y delante de ellos, con la pena de pies y la excitación más dolorosa de mi vida, quiero cogerme a su compañero.
Quizás para encontrar descanso en los días normales, o morir una vez más en medio de las catapultas que encienden mis bombillos averiados, el ahogo invertebrado de la sexualidad porcina; aquella que no se lava con la masculinidad valiente con la que solía vanagloriarme.

Que visión; sus pezones parecen perdigones. Ay no, ahora le esta tentando el pene... que tarde más larga esta. Me hubiera traído una merienda o al menos unos kleenex.