Friday, December 31, 2010

11:52, 31-12-2010

El tiempo es anabolico, lo siento en la sangre, en los huesos roídos por los neuroticos meses. Año nuevo no es un problema si se tiene un buen escocés y los bellos recuerdos del sexo pasado. Pero mi sagrado progenitor está en la otra habitación teniendo sexo muy presente y eso me arropa, me ronronea debajo de la piel con un insistente accento mexicano. ESE, ESE EL CAMINO GUEY.

Mi copa es una vagina, no sé que más decir.

Wednesday, December 22, 2010

Helo, sut wyt ti? Mwynhewch eich diwrnod!



¿Cómo podemos llamarnos seres humanos si no nos saludamos? ¿Acaso no saben las personas el poder que posee el agitar de una mano, un beso (dos, tres) en la mejilla, el abrazo de otro cuerpo? No hemos estado haciendo más nada con nuestros tiempo que no sea sudar, rogar y no amar al projimo. Nuestros saludos podrían curarnos, pero decidimos no vernos envuelto en prácticas benevolas. Hemos acogido con mejor cara el andar alerta de los roedores, el mudo desenvolvimiendo de los insectos. Tienes que comprender, que nuestros acercamientos nos hacen participes de algo más, nos ofrecen el placer éfimero de lo divino.

Pero, en resumida cuenta, nos hemos hecho los revolucionarios. Entes armados con el desarme, en contra de la politica totalitaria del saludo. Para ni hablar de los adioses, inmunizamos nuestras manos, el lenguaje, eso que nos hace. El pavor causado por el adios nos ha separado de una libertad humana, aquel derecho inquebrantable de tocarnos y acercarnos como, sin caer en la absurdidad de la presunción, debe de ser.

Tócame, no temas. Una caricia, si es saludo, se convierte en calor soportable, un terror glorioso. No puedo ponerlo mejor, de verdad. Deseo tu toque como cualquier otra cosa, como todo lo que se desliza dentro del primer saludo y el injusto adios, pero lo que ahora necesito de ti es que me saludes. No efusivamente, no con demasiado descuido. No deseo toda tu atención, pero por un momento deseo respirar el polen del pistilo que me arrulla con su presencia.

No me dejes ir en un adios que jamás dijimos. Saludame de nuevo, y aunque me odies o te desagrade, saludame como alguna vez solías hacer. Trata de dejar una impresión en mí. Una impresión en el hombre que vive para que clames su nombre.

Tuesday, December 7, 2010

Parley



Hay un infinito debajo de tu cama.
Si te deslizas silenciosa en su inferioridad
cabe la remota posibilidad de presenciar el nacimiento de un sol
escupido por la ardiente oscuridad
para luego ser bautizado
por nuestra constante necesidad de criticos neonatos.

Hay ciertos infinitos dentro de las televisiones
algunos técnicos podrán confirmar esto, querida.
Dentro, en la ensimismada plasticidad de su forma geométrica
la televisión revive ciertos momentos de tu historia
todos vistos mientras sientas
arraigando tu hermosa topografía con la naturalidad de la hiedra
tomando al fin la forma del frondoso baluarte de mi insanidad.

Y no me hagas comenzar
con el pequeño infinito de tus nalgas
esos hermosos relieves
ápendices mesmericos
que pendulan de tus caderas

O el de tus tetas
rotundos y tristes globos de melaza
que te cuelgan del corazón
máximos planetas
posibles adictos a la desnudez analitica.


Entre mi piernas aflora segura otra infinidad
un monumento céntrico
el último guiño de satisfacción.
Y este, exotica cicatriz
es el mastil que dirige incansable
la tripulación de mis obsesiones
la vulgar multiplicación
mi único y último regalo

-notese los acentos en las U-

el infinito que de verdad te he querido mencionar
desde que te deslizaste al mundo y escuchaste
hermosa e implacable
tu propio llanto.