Monday, June 29, 2009

Teatro 1440x900

En aquel resplandeciente desfile imperial, la alfombra, roja peripecia, estaba hundida en sollozos.

Filólogos y poetas gritaban callados historias de bellas doncellas y molinos personales. Yo camine sobre ellos, con los pies descalzos, humillando su presencia y respirando el amargo placer del pecado.

De mis desgraciados dedos, venosas raíces se afincaron en los vientres de las víctimas, los arrollados, descerrando sus ombligos en aquel cándido rincón del palacio. Tardé al darme cuenta que en realidad aquellas rugosas lianas estaban penetrando mis propias entrañas, y entre la sangre y el viento que mi persona escupía vulgarmente, recordé que hasta los perros nadan para quitarse el calor; ese azote que el mar no cura, donde las olas no detienen el pavor incesante.

No atenderé estas estúpidas ceremonias silenciosas nuevamente, ya no quiero sufrir el sadismo de más parodias políticas para equilibristas. Me quedare aquí como estatua, un monumento natural a la notoriedad virtual.

Afortunadamente oculto para siempre, hasta que alguien me recuerde.

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