Wednesday, January 27, 2010

Teorema del periodista muerto

Chang Hun Li es un hombre solo que se sueña llorando debajo de una maquina de escribir, donde las teclas martillan una melodía de alfabetos y arroyos, en los que su linea de pensamientos asiáticos se sacude entre los terremotos del saber literario. El pequeño individuo no hace más que preguntarse sobre el final de la guerra, que si los lobos blancos algún día dejarán de pretender que aún es octubre y que sus armas están bajo absurdos hechizos florales, que continúan disparando pistilos a los corazones de los soldados y que abejas zumbando silencio vendrán a polinizar la vida o cagar desesperación en los pechos de la batalla.

Mientras tanto la linea blanca que recorre el caco de Chang es más o menos leída de la siguiente manera:

En la guerra las golondrinas dejan de hablar.
Los pétalos del acero no son hermosos, ni mucho menos artefactos dignos de reverencia.
En lo que la vida dura, los muertos comen pan.
No hay por donde escapar y aún así no sabemos en que lugar buscar las especias para el té.
Qué más ha hecho el hombre aparte de rogar por la desaparición de los recuerdos y no amar al prójimo?
Cuando volveré a Shangai?

Sólo el lector, el creador de la imberbe percusión de teclas sabrá el resultado del final, si es que el teorema tiene alguna solución al acabarse, quizás sólo sabe enrollarse sobre la mente y atisbar las ideas del hombre.

El diminuto ser amarillo despierta repentinamente y se golpea la cabeza con la mesa. Sólo allí, entre la sangre, los mocos y las lagañas felices, finalmente comprende.

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