Tuesday, September 28, 2010

Teorema del mago

Prodigus vió por última vez el balcón de su habitación. La vista daba, como en todos los aposentos del palacio, hacía el murmullo insaciable de la ciudad imperial. Las personas mugían su cotidianidad horrible, respirando la verdad omnipresente de la metrópolis. El desprecio se asomaba punzante en los ojos del mago: estos son incapaces de soportar la plebe, considerándola una magulladura en el universo, una alimaña del saber.

Desde su lecho, la leve respiración de una mujer le acariciaba desinteresada le existencia. Y cómo es posible que dentro de toda la imperfección de la ciudad, esta espiga dorada, aquella hermosísima mujer de mezcal y madera, pueda coexistir entre tanto baladí?

Allí, aún sintiendo el ígneo temblar de la plebe y el alito de la mujer sobre su cuerpo, Prodigus comprendió.

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