Friday, January 7, 2011

Molto Alto, Acto IX: ¡qué hermosa peluca de salchichas, Antonietta!

La señora Antonietta amaba mucho a Perro y Perro amaba a la señora Antonietta. Y es que en la cabeza de la mujer, las que fueron una vez hebras rojisimas de un cabello indomable eran ahora, debido a la avanzada edad, grasosos salumes. El amor incondicional del can, intensificado por la posible esperanza de algún día hundir sus fauces en aquél festín capilar, era algo excepcional y digno de la más copiosa lluvia de reverencias humanas. Al fallecer, Doña Antonietta dejó en su testamento todas sus pertenencias -incluyendo los embutidos de su cabeza, ahora removidos y cuidadosamente conservados en el frigor - a Mijhail Puma Felino, su bisnieto y única familia rastreable. Perro, triste por la muerte de su ama y el repentino alejamiento de su extraño anhelo comestible, ululaba perdido en dirección a la luna* decidido a que nunca jamás agitaria su cola para ningún otro ser vivo. Ulula Perro, nunca olvides. Ulula tu amor al amor, amor a la carne.



* ¿Quién sabe a que le aullan los animales? Puede ser al mundo, a una mujer lejana. Le damos la luna a las bestias porque, francamente, no sabemos que hacer con ella.

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