Thursday, April 12, 2012

El corazón de la noche





El corazón de la noche es una rana. He llegado a esa observación definitiva. El canto de la rana -si le podemos llamar canto a su profundísimo reverberar musical-, es una sinfonía iracunda, un tanto desalineada y explícitamente dirigida a la abstracción. Podríamos teorizar diciendo que este anfibio serena el miedo humano que conlleva la falta de luz. Pero el animal, ya notaremos, es la falta de luz misma. Si nivelamos cuidadosamente las malas yerbas de nuestro conocimiento (todo conocimiento es yerbajo, natura primordial) y cerramos los ojos durante una noche, no podremos identificar la locación del animal en nuestro espacio. Tan húmedos e impregnados de su canto estamos.

El lapso de tiempo místico que transcurre luego del día es una transfiguración psíquica del sexo. Todo lo que vive en la noche es percibido como integralmente animalesco y brutalmente hedonista. Si tomamos eso en cuenta, nos llega de manera inmediata el canto de la rana, el potente verbo del croar, rospoide y acérrimo en su entonación; grito que es, sin lugar a dudas, sólo la viscosa alegría del semen futuro. Un simple deseo de repetirse: energía del sonido. La criatura brama su semilla de ansia sobre la noche con la más obscena de todas las imprecaciones y todo parece en orden: la ausencia, el sexo; ambos ensimismados en la violenta dimensión del tiempo y el sueño, latiendo imparable, como algo vivo. Bueno, como decía: el corazón de la noche.

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