Thursday, May 17, 2012

Santísima trinidad



“¿Qué haría Jesús?” preguntarían, pero más bien a mí se me ocurre que sería mejor pensar, en todos los casos posibles, en Morgan Freeman. El afroamericano de cara bondadosa, venerado príncipe negro del reino de Hollywood es, cómo lo fueron en su momento Los Beatles antes de que Lucifer se llevara el alma de John Lennon por justo intercambio, mucho más importante y vacano que Jesús; ese Morgan Freeman que es presidente, Nelson Mandela y Dios.

Nuestro querido Red, rufián inolvidable y primer mandatario americano de color en un mundo a punto de ser destrozado por un meteorito descubierto por Elijah Wood, se dedica ahora a narrar documentales sobre el funcionamiento mismo del universo. Freeman, Papaupa, El Hombre Libre, se dedica a educarnos con su voz avasallante, tal es su bondad y sabiduría.

Cuando lo veo parado en esa habitación que emula el cielo, comparando agujeros negros con canicas y con su sublime entonación inquiere sobre la existencia de un Creador, sé que Morgan Freeman es el salvador del hombre y que el secreto se encuentra en su apellido. La edad le ha dejado la cara manchada por centenares de pequeños escudos de cobre: hasta el tiempo ha podido roer a éste trágico coloso del drama, pero a su vez lo ha embellecido, al fin coronado por la dignidad de la vida longeva.

Allí va, desaparece: es un holograma. Morgan Freeman, Jesús, Nelson Mandela y Dios.

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