Thursday, August 6, 2009

Grasas saturadas

“Las únicas palabras dignas de ser escuchadas brotan solo durante la demencia; aquel suspiro que se estanca entre el sueño y la vigilia. Sustentando este pensamiento, podríamos decir que el proceso de la creación es inexplicable, necesario, relampagueante, y por el bien de los animales, únicamente puesto en marcha por la locura.”
Charles Markansvansky


Valeria Menéndez corría sobre la caminadora, observando con asco la piel envuelta de estrías que se asomaba a través de su faja. Valeria, dulce obesa, odiaba injustamente su cuerpo, un amasijo insoportable de grasa que había acumulado durante los años de descontrol, cuando todavía no le ofuscaba la conciencia lo que ningún hombrecillo curvo y mezquino le dijera. Ahora las cosas eran ligeramente (o eso quería creer) diferentes; ya las miradas asqueadas de sus amigas y de los implacables peatones le pesaban más que el columpiar grotesco de sus senos. Para ella había llegado la hora de cambiar definitivamente: deshacerse de aquel bulto que llevaba cargando consigo todos esos incombustibles años de golosinas, helados y términos incomprensibles como “grasas saturadas”.

Su dedo bailaba sobre los controles del aparato de ejercicio, malabareando los cambios de velocidades. Estaba a punto de retirarse, vencida por su eterna musa de perdedora, cuando en un instante fresco y genial (himno a El Álamo), decidió optar por aquella resolución que tanto había tratado de evitar. Se dio cuenta que al final era la opción más real, o mejor dicho, la única para ella.
Dejando atrás el artefacto maldito –aquel que crea y desata los mares desmejorados sobre su piel-, se dirigió hacia su habitación, cruzando las montañas de cajas y botellas de Gatorade vacías, que como espejos de circo, la reflejaban de formas incalculables. Entrando a su dormitorio, su pequeño santuario, se sentó sobre el lecho jorobado, un mítico Hércules que había acunado su enorme y aun así insignificante humanidad durante su década de soltería. Alguna vez alguien bailaría con ella la danza contorsionista de asesinatos piadosos sobre esa cama desfigurada? El solo redoble de esa pregunta en su mente logro convencerla aun más de ultimar su desesperación.

En la mesita de noche, de la cual se asomaban tiernamente dos manecillas de una pequeña gaveta, estaban posicionados desordenadamente lápices, papeles y diarios sin interés - los cuales nadie jamás leería – que los uniformados guardarían en bolsitas de plástico Ziploc, debido al repentino corte de presupuesto en el departamento de la Policía Nacional, y obviamente a la desaparición de su dueño.

Con la calma más calma del mundo, como la del rebelde vendado delante de la pared agujereada, Valeria abrió la gavetica, e introduciendo su mano obesa atornillada a su brazo obeso, rebuscó lentamente el instrumento de salvación.
Qué alivio tan azul seria haberle podido leer la mente a la grande y bella Valeria, hija de Elda y Vinicio, ama de casa y mecánico respectivamente, ineducados y llenos de tanto amor que se les hizo una obligación rellenar su hija del que les sobraba. Si tan solo alguien hubiera podido analizar superficialmente los pensamientos de Valeria, la definición de asesinato ahora estaría plagada de sinónimos que antes de su desaparición, no hubiera ni siquiera pasado de sucios chistes.

La cara de Valeria se iluminó, cuando al sacar la mano del gracioso mueble de noche se vio reflejada en sus ojos la silueta de la Glock 9mm que su padre le había heredado, con ese cuerpo callado y negro que suelen tener las armas. Desafortunadamente no he podido recoger toda la información que desearía, todo paso tan rápido que ni siquiera la gravedad lo notó. Con el arma apuntada hacia su estomago, la gorda Valeria, junto a todos sus años de burla, comida, sobrepeso, sexo oral, video juegos, saltos de balcones y anti depresivos, se había disparado en el vientre. Un solo tiro, una sola inyección de dolor.

Y allí, con la mirada vertical y oliendo su propio aliento, apestoso como de ajo y vegetación podrida, sudaba lagrimas de felicidad, viéndose a sí misma desde el blanco del techo. Inexplicablemente y para desfortuna del equipo de investigación, desapareció en una fracción de tiempo indefinible. Las arrugas de sus sabanas, las deformidades de su cama y la fría existencia del arma, estaban nuevamente solas y sin ningún latido humano en las cercanías.

Valeria, en toda dignidad humana, había asesinado a su enemigo.

4 comments:

JGacias said...

Demasiado! Sin duda, la mejor entrada del Blog. Y de Markansvansky, hay pocas cosas que decir... es Ruso señor.

Unknown said...

excelente.

CarmenAnico said...

Uffffff, Genial.!

Alexander Corleone said...

Interesantisimo..