Monday, December 14, 2009

Para montañas, una vez


Una vez me contaron una historia de una ciudad de arena, que cada 29 días se derrumbaba sobre sí misma. Entonces un hombre diminuto se aparecía montando un caballo demasiado delgado, miraba serio las ruinas y procedía a reconstruir de ellas la ciudad, todo esto en aproximadamente tres ocasos. Al final, el hombrecillo sonreía satisfecho de su trabajo, al ver las majestuosas y frágiles estructuras erguidas nuevamente ante los soles que la iluminaban. Se marchaba feliz, a sabiendas de que el próximo mes regresaría a aquel lugar a enfrentarse con la furia del cielo y ardor del camino.

Creí el cuento estúpido. Aun creo que lo es. Pero ahora me encuentro a las puertas de una playa que solía ser una mina de rascacielos y palacios e intento reconstruirla, pero sospecho que si nadie lo ha hecho, es porque consigue ser una meta inalcanzable. Y me siento estúpido, más que nunca.

La idiotez de todo esto sobrepasa la razón, pero pensé compartir con los demás un cuento. Y cual mejor que el de la ciudad de arena por la que un arcángel y la mitad de un pintor muere.

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