Saturday, December 5, 2009

Seré primera, dijo la boca

"La vida, en su estupidez ensimismada, es demasiado buena (…)"
Charles Markansvansky

He tenido centenares de besos: de despedida, de columnas, de alfarero trabajado en etcétera y etcétera… pero para mí los únicos que importan son los primeros. Ya saben, los que encabezan la fila uniforme de las vivencias humanas, del inquebrantable pacto social con la nostalgia.

Me recuerdo de mí primer beso. Fue con una chamaca que medía como dos pies más que yo, lo cual a mi adorable edad de azúcar refinada y catorce otoños han de haber sido más; sin contar que si le sumamos la aplastante belleza de la muchachita en cuestión, la mente y su carrusel la puede convertir fácilmente en un Atlas de sexualidad magnética. Fue en un juego de reto o verdad, y como todos sabemos que lo de la verdad nunca funciona, el reto me concedió la lucha de labios. Quizás sea por la invariable teoría de que los mamíferos se ven forzados a mentir en honor al futuro, pero jamás en mi vida he jugado un juego de reto o verdad y visto a alguien elegir esta última; la evitan asustados, como una mancha violeta. También se da el caso común de que cada vez que te pasa una verdad relevante o tan siquiera remotamente interesante, algún presente siempre está involucrado en esta, la mayoría de veces de una forma vergonzosa.

Si he de investigar más allá en la larga lista de primero besos, he también de subcatalogarlos en varias categorías; por ejemplo, está el primer beso desnudo. No tengo inconvenientes al decir que aunque no fue con un ser vivo, guardo la memoria con mucho cariño. Entre las sabanas verdes y los posters de algunas caricaturas que no recuerdo, le hice el amor a mi almohada, o al menos el concepto del amor que haya tenido en aquel entonces, tan frívolo y sin importancia, poco recatado y tan tan ignorante. Podría cortar la historia diciendo que me masturbe abrazando la colcha en donde suelo descansar mi nuca, pero sería poco refinado, y estoy en camino a una vida mejor.

También recuerdo mi primer beso importante. De hecho, el único que me importa entre la importancia de los primeros: excitado, rodeado de arboles, de la respiración de la noche. En ese entonces, al destrozarse mis labios con los del enemigo, al escuchar el crujir y rechinar de aquel acto de pasión tan descarado, poco educado e inocentemente amateur, descubrí que mi destino (heh) sería revivir el romanticismo. Pero esa será otra historia para otra ocasión, ya que dentro de aquella fila de vivencias que les contaba al principio, esta obra es la penúltima de una vida corta y mal dormida.

No estoy seguro de que mis compañeras (y otros varios artículos de cama) sintieran de la misma forma, con esa misma falta de intensidad, mis primeros pequeños asesinatos. Y es que la anticipación, como las llamas regaladas de Nerón, destruye la pasión y las utopías de la expectativa. Por eso, cuando alguien que sea lo suficientemente amable le toque un beso primerizo conmigo, quiero que me lo confiese. No importa en qué categoría se encuentre: mi deseo de saber que he sido el primero en algo y un ser memorable en el sentido poco práctico, son el mejor regalo que pueden ofrecerme a cambio de mi violencia sexual.

En la espera nada más me queda mirar al futuro y preguntarme: quien sellará la última transmisión de este caminar espasmódico que llamamos vida? Solo espero que no sea la descomposición, el corazón de las moscas y la pena falsa. Que se jodan los velorios y los últimos: quiero que me quemen entre honores y el fascismo del beso. Que cuando las jevas me recuerden, se mojen los labios.

0 comments: