Quisiera que estuvieras aquí, pero estoy solo

Me han diagnosticado cáncer. La noticia llegó esta mañana, de la mano de una feísima doctora la cual no tiene la más mínima idea que el primer paso para ayudar a los enfermos, es no enfermarlos con su horripilante existencia.

"Tienes cáncer", me dice la verruga de la galena, un globo rojo que pulsa radiante debajo de las espesuras de su boca, "Pero es tratable". Si quisiera que me trataran, para empezar, iría a algún doctor de verdad y me sacrificaría por el bien de la medicina occidental, pero realmente en lo único que puedo pensar es que los hombres de fe parecen lagartos, y que el susurro oscilante del aire condicionado es muy parecido al berrido de algún animal sordo.

"Lo siento, tengo cáncer" le digo a la doctora, pero ya no sé si estoy hablando con ella o con la protuberancia carnosa que, feliz y vibrante, late en el desorden de su rostro.