Friday, August 26, 2011

Herr Salvador



La mata de coco es un Cristo que nos observa amargo y gris. De sus palmas se desgaja una luz amarilla y plástica, una luminosidad que se aplasta, etralla y convulsiona sobre todos nosotros, aún perdida por el petulante rubor del sol. El estigma de la planta nos ciega al igual que a los gatos y peatones, que comen sus circunferencias como un obtuso deja-vu infinito. Pero a pesar de lo repentina de la aparición y la extrañeza que nos regala su fotosíntesis divina, nos sentimos cálidos. Y es que bajo el ojo del salvador vegetal, nuestros destinos de gatos, faros, joggers y románticos, nos son tan diferentes.

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