Thursday, November 24, 2011

Sýmbolon




Soy una cabra con un agujero en el cráneo que se consume tumultoso. Tengo la vida que supura lenta y segura, una ostentosa compatibilidad de carácter con el naufragio y una peligrosa alegría oculta en el hundimiento de cuerpos flotantes.

Élla es emocionalmente opulenta, avara sentimental de las naciones unidas del parto. Posee una estructura osea flexible, que la hace pendular de estandartes, matas de coco, postes de luz, y lamentablemente, la luna. Prodiga e inmaculada en la maldita concepción de su útero, magulla regularmente las lágrimas de la reprimenda sexual que le ofrecen las demás personas.

Él es obvio en sus cabales, encanto roto de la isla, un cierto bastardo ignoto del viejo mundo. Hay algo de misterio en sus facciones aguileñas, y eso revuelve a la cabra -que vendría siendo yo- porque todo en la cabra es redondez, cuerno y desborde. Él sigue imperando los pensamientos de Todas, un conglomerado formado por las cabezas intelectuales de Orange y Research In Motion, al cual Ella tristemente pertenece.  

Aquella -que es otro protagonista, nunca olviden- es una bola de pelos que se ha alojado en la traquea de la cabra, molestandome cuando hablo o lloro de la risa. No hay ningún momento verdaderamente feliz para Aquella, toda su vida está lealmente postrada ante la estatua torcida de la maña. Alguna vez una criatura sencilla, sufrió el cruel morfo de la adolescencia prematura; Aquella es un halcón que clava ocasionalmente sus garras en los intestinos de la inocencia.  

Hay una lucha de pasiva ignorancia en estos personajes, al que se integran ellos, que bien podrían ser todos los que yo no soy, pero se me sublevaron las conjunciones y con armas en mano se han levantado a nombre propio, por lo que de ahora en adelante les referiremos como Ellos. Estos individuos negros y azules aman las flores y odian incansablemente el transporte público. Hacen presencia segura en el altamar de la noche, procurando no izar velas, fabricando una vida emocionante. Ellos, que se han propuesto resolver el algoritmo de la decadencia, acompañan esporádicamente a la cabra, intentan acostarse con Ella -no yo, si no el personaje-, e intiman brevemente con Él, que con su popularidad atrae a Todas y Todos, grupos de los cuales me veo excluido por bestialidad, y aparentemente, mi pelaje maltratado.

Conjurar todas estas personas, verse atado a la malabárica tarea de manejar la multiplicidad del ser, es para encontrar un fin próximo al simbolismo del cuento y de la situación que atraviesan las Ellas, Aquellas, Todos y Todas: esta situación que me obliga a rotar como un vehículo asesino.

Si ha de vivir Ella, ha de ser sacrificada la cabra; si la cabra muere, Ellos han de destruir el mundo en venganza y retribución; si Él escoge Aquella y se olvida de Todas, yo y Ella podríamos ser un poco más, pero sólo para ser limitados por el prospecto de la eternidad, que nos empequeñece irónicamente con su inmensa vastedad.

¿Qué es el símbolo, si no una piedra porosa que respira en mi cerebro? Yo, Ella, la cabra, Aquella, Él, yo, Ellos, me han dejado pudrir en un cuadro mortal. Todos, y Vosotros, que me leen y escuchan y se mantienen callando sus escenarios, a sabiendas que el símbolo nació como una cruz y con toda seguridad lo sentimos cómo tal.

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