Sunday, December 4, 2011

¿Quillado yo?




En lucha continua con la jerarquía geriátrica de la compota, he llamado a los nuevos espíritus de la incandescencia, espíritus eficaces y emplumados, que escupen alquitrán, o lo vomitan más bien, pura y ardiente bilis hacia el cielo que techa al dinosaurio. Leyendo una columna de un Diplodocus, siento que me sube algo por la garganta, es un cubo, es la espinita del cretáceo, un adjetivo redundante que se rehusa a fosilizarse.

¡Arde, coño! Desgastate entre los encantamientos airosos de tus ocho veces diez, recibe este símbolo que te arrojo en rimbombante disgusto; púdrete tú y el Deinonichus que te escucha y se come los huevos sin cuidar de los escualos lagañosos, doloridos editores de periódicos; púdrete tú y tu columna y tu politiquería, convulsiona con los morados, blancos y rojos, perdón, rosados, buen cara de escroto, lame lanzas, embiste cuernos.

No estoy enojado, lo juro. Pero la lucha es, es como, es demasiado larga y ha de ser ganada antes de que nosotros mismos nos hayamos convertidos en lagartos gigantes y prostitutas de la academia. No estoy enojado, lo juro, pero si lo estuviera tendría una rabia meteórica, una grande y presurosa, que no esperaría jamás aquellos sesenta millones de trescientos sesenta y cincos. Si estuviera enojado, pero, no lo estoy.

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