Thursday, September 19, 2013

Molto Alto, Acto XII: El Dr. Manzevich explica brevemente la teoría de la Escena, con ejemplos

"Antes que nada hay que imaginarse al gavilán sobre la tortuga. Eso es lo principal. Luego todo lo otro se explica por si solo, ya que es una perfecta representación onírica, cuya razón no puede ser negada. Si la imagen resulta ridícula, es porque no se le ha pensado bien. Tampoco es que haya una forma correcta en la que representar ambos animales en conjunción; se les puede bien figurar como una tortuga de río con un gavilán rojo de alas abiertas, como también una tortuga gigante de las Galápagos con un pequeño pájaro húmedo y cansado sobre los mosaicos de un caparazón centenario. Lo esencial es encontrar la forma perfecta para describir la Escena, y ya sabrán inmediatamente cuando se les ha presentado. No todo es una Escena, por eso explico esto. Podrían bien ustedes entrar en un bar y ser testigos de un gran pleito, una botella se rompe sobre la cara de un bartender y este cae el suelo con una mueca de dolor y sangre mana de su rostro magullado. Esto, debemos de admitir a primera vista, puede resultar una escena. Pero todo aquel que ponga especial atención al logos del suceso podrá bien saborear su simple vulgaridad y descartar el acontecimiento como una acción nula, posando así su ojo en otras cosas, en continua búsqueda de un acto verdadero. El pleito es una perdida de tiempo, una hermoso baladí. Se puede alcanzar la totalidad también a través de la vulgaridad (como en su mayoría de las veces sucede) pero para ello es necesario exaltar el sinsentido y lo común hasta que se pueda sobrepasar la barrera que distingue con claridad la realidad ocurrida y la percepción objetiva que se aplica luego de atestiguar el hecho. Es un elemento humano e innegable aquello que se imbuye con el Acto, creando la Escena.

Lo que menos quiero hacer es sonar confuso. Obviamente el primer requisito para estar plenamente conscientes de la veracidad de una escena es precisamente estar allí presentes. No hay que ser necesariamente parte de la misma, también se puede participar como espectador, aunque en la mayoría de los casos todos los presentes son de alguna forma observadores, aquellos que miran y absorben son los avatares del Acto, los valientes que les dan vida. Miren mejor al gavilán y la tortuga. Es un hecho inefable que tendremos que preguntarnos que hace el pájaro sobre la tortuga. Escena, precisamente. ¿No es acaso lo más humano? Una cosa sobre la otra es lo más natural del mundo, pero mucho más aún lo son unas nubes en el cielo, digamos. Gran vulgaridad. Es esa trinchera entre estas dos cosas donde luchan todos los espectadores, donde las almas se muestran desnudas ante los actos y las cualidades de las acciones vistas son medidas por lo que en ellas podamos reconocer como humano. La absurdidad de ciertas situaciones puede rascar el velo, acariciar suavemente las cortinas de nuestra realidad dejándonos entrever las gráciles curvas transparentadas de lo ridículo como una mano abierta (...)"




Ejemplo #1 (un tren):


Hay un viejo cansado, vestido de camisa y pantalón, completamente de negro. El escenario es un tren (puedo entender que es el Metro de Santo Domingo) lleno de personas. Los cuerpos se apachurran como ciertas carnes de cadáver, y el viejo mira a todos y a nadie, con una mezcla de tristeza y amargo estupor. Algo brilla en sus ojos negros, una pasión quizás, pero se nubla debajo de los reflejos de las formas vivas que lo rodean. Hay técnicos de Claro, con camisetas rojas e identificaciones que pendulan desde sus cuellos hasta el regazo, con ese abandono estático de los objetos violentos: como pistolas desenfundadas porta el proletariado sus rostros colgantes.

Hay demás especímenes presentes, pero a primera vista parecen ser todas mujeres con tubi, que coronadas por redecillas tejidas a mano custodian con celo la fortaleza del pelo y el pincho. En sus manos reposan abiertos como muertos de papel un panteón entero de periódicos flacos. Todos leen lo mismo: un clon de diario disecado, ranas que croan hormigas negras.

En algún lugar de la multitud, dentro de las entrañas de las personas unidas, se escucha una voz extraña que comienza a ascender. El tren también se está moviendo, y es la primera vez que el viejo se da cuenta. A medida que la máquina se come los rieles, la voz escondida toma fuerza, una extraña energía psicótica que recuerda vagamente a un perro enfermo, conjurada en palabras grandes, características de la predica. El hombre (o el perro, porque el hombre aún no sabe que es hombre) habla en frases que trastabillan y resbalan, obligando a los demás miembros presentes a levantar la vista de sus periódicos para ayudar al predicador con un Amén coral, que con gran fuerza de pluralidad sonica y religiosa levanta y encarrila nuevamente al hombre santo, que se obstina en zigzaguear con locura dentro de su propio sermón.

Ahora la máquina habla.

— “Próxima estación...”

Una voz varonil y confiada evoca tranquilidad en los corazones de los pasajeros, vocalizando con seguridad su siguiente posición en el camino. Al escuchar aquellas palabras mecatrónicas y a pesar de encontrarse en el medio de su arrebato eclesiástico, repartiendo una febril anaphora a aquellos que pretenden comer su pan de cada día (simple pretensión, la mayoría sólo comerá del cuerpo de Cristo cada quincena) el predicador se detiene para dejar hablar al anunciador. Y así es en cada parada: la voz nombra las estaciones y el hombre santo pausa brevemente hasta que esta termine, para reanudar inmediatamente su discurso ininteligible lleno de salmos y hosannas, pronunciado en su fluida glosolalia. A todo esto el viejo vestido de negro (que ya se podrá adivinar es una especie de protagonista, la anomalía de la escena) se agarra de su barrote antes de que el calor de toda esa locura lo arrastre como un borracho en el río. 


El viejo sabe que nunca saldrá del tren, y su resignación le parece indiferente. Parece ser que mañana estará de nuevo allí, con las manos sudadas empuñando el hierro, respirando a los elementos de la flora mecánica entre tubis y palabras secas, en medio de una escena sobre la cual pensar.

1 comments:

kel said...

Extrañaba leerte, sigue así de magnífico. <3